jueves, 28 de mayo de 2009

Puntualidad


“¿Ama usted la vida? —preguntó en cierta ocasión Benjamín Franklin—. Entonces no desperdicie el tiempo, porque de eso está hecha la vida.” Todos reconocemos que eso es cierto. Pero también es importante para los cristianos no hacer que otros pierdan su tiempo. “El que llega tarde —dice un misionero—, parece decir por su acción: ‘Mi tiempo es más valioso que el tuyo, así que tú puedes esperar hasta que yo esté listo’.” El que no es puntual no solo parece desorganizado y poco confiable, sino también hasta cierto grado egotista e inconsiderado.

El ser puntual es más que solo un asunto de preferencia regional. Es un hábito, muy parecido a como el que uno sea limpio, ordenado o cortés es asunto de hábito. Por supuesto, no nacemos con esos hábitos; tenemos que cultivarlos. Si a usted se le ha enseñado a ser puntual desde niño, eso es una bendición. Pero muchas personas vienen de familias y de antecedentes en que raras veces tenían que apegarse a un horario o veían la necesidad de coordinar unos con otros sus esfuerzos.

Algunos quizás piensen que no quieren vivir por el reloj, de modo que este gobierne todo cuanto hacen en la vida. Sin embargo, el ser puntual no es solo un asunto de dejarse controlar por el reloj. Es cuestión de tomar a pecho los intereses y el bienestar de otras personas, ‘de modo que uno no vigile con interés personal solo sus propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás’.

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